Pasar las imágenes de la pantalla al papel puede traer algunas complicaciones y a menudo surgen dudas, sobretodo al principio. Hemos tratado de resumir todo aquello que debemos tener en cuenta y las dudas más habituales de todo tipo de usuarios:
Gestión del color
La gestión del color es el proceso que minimiza la pérdida de información de los colores de la imagen desde su captura hasta el formato final, en este caso el papel. Es importante tener en cuenta que los colores luz del monitor y los colores tinta que obtendremos sobre una superficie física tienen naturalezas distintas, por lo que la gestión del color sólo puede minimizar las diferencias y nunca lograr la perfecta concordancia.
- Colores oscuros
Este es uno de los problemas más básicos que los usuarios se encuentran al imprimir. Se debe a que la mayoría usamos pantallas excesivamente brillantes y retocamos las fotografías en función de una luz que luego no existe en el papel. La solución puede pasar por bajar el brillo del monitor o aumentar el brillo de la imagen un 10-15% cuando hagamos el retoque. Es importante usar la opción «brillo» y no modificar la exposición, ya que podemos perder definición en las luces.
- Calibrar la pantalla
Calibrar nuestro monitor es sumamente importante para empezar a tratar color y para que los colores que vemos en pantalla no se vean distintos en otro PC o al imprimir. Esta operación se puede realizar de distintas formas: la forma más exacta es usando un hardware específico, aunque también es posible usar herramientas online como Photo Friday Monitor Calibration Tool o aplicaciones como Calibrize, QuickGamma o f.lux. La calibración del monitor debe hacerse con frecuencia, al menos una vez al mes, ya que los ajustes se distorsionan con el tiempo.
- Espacio de color
Otro concepto que debemos entender es el espacio de color. Cuando se genera un documento, se le otorga un espacio de color. El espacio de color define el conjunto de colores que es posible representar. Los espacios de color grandes (como Adobe RGB o ProPhoto RGB) en general producen mejores resultados en edición de imágenes, pero su representación en dispositivos de gama cromática estrecha puede producir un efecto llamado “posterización”. En cambio usar un espacio de color pequeño para una impresión de calidad puede producir pérdidas de riqueza cromática o recortes de color.
- Profundidad de color
Se trata de otro término incómodo para muchos. ¿8 bits, 16 bits o 32? ¿Qué es eso? Un bit es la unidad básica de computación y sólo admite 2 opciones: encendido o apagado, blanco o negro. Cuando agrupamos 8 bits conseguimos una gran cantidad de tonos intermedios, concretamente 256. Por último, si tenemos en cuenta que cada píxel está interpolado con los datos procedentes de 3 fotodiodos, podemos calcular que existen 16, 7 (256 x 256 x 256) millones de colores posibles para una imagen de 8 bits. Aunque este número puede parecer más que suficiente para cualquier imagen, esto no es así: imaginemos una imagen en la que el cielo ocupe una gran parte del encuadre en un sutil degradado que va del azul oscuro al azul un poco más claro del horizonte. Ese degradado no usará 16,7 millones de colores, sino unas cuantas decenas. En estas ocasiones se produce un fenómeno denominado banding: saltos perceptibles entre valores tonales. Una profundidad de bits mayor nos ayuda a mitigar ese efecto, ya que nos ofrece más espacio para mostrar las sutiles diferencias entre esos extremos. Es importante tener en cuenta que la mayoría de monitores trabajan en 8 bits, así que no será posible notar la diferencia hasta que tengamos el resultado en papel.
- Perfiles ICC
No todos los aparatos entienden el color de la misma forma, por eso se inventaron los perfiles de color que vendrían a ser como códigos de traducción. Durante la gestión de color estos perfiles permiten una transformación óptima entre el área de color de nuestro sistema de trabajo y el área de color de una impresora y un papel en particular o incluso la tinta. Esta es una información útil porque en ocasiones es posible que el servicio de impresión nos facilite el perfil ICC de la impresora que va a usar y que podremos incrustar en nuestra imagen para poder trabajar con más exactitud, aunque en muchos lugares gestionan ese asunto de otras formas.
Máxima calidad
Existe bastante confusión en este aspecto. Cuando empezamos a imprimir es habitual perderse entre los múltiples cuadros de diálogo y opciones de los programas de edición y cometer errores que van a repercutir en la calidad. Vamos a intentar resumir los aspectos más relevantes:
- Formato óptimo
Evita entregar tus fotografías al impresor en formato JPEG. Este formato de compresión es ideal para internet, pero si queremos obtener la mejor calidad posible necesitamos formatos de máxima calidad. El formato TIFF es una muy buena opción.
La resolución que usemos para imprimir debe ser la máxima (teniendo en cuenta el tamaño que deseemos), lo ideal son 300 ppp (puntos por pulgada) o, en su defecto 240 ppp, aunque entenderemos mejor los matices de este asunto en los puntos que siguen.
- Tamaño y resolución
Es habitual, sobre todo al principio, cometer errores a la hora de cambiar el tamaño de una imagen. Aquí tenemos el panel “Tamaño de imagen” de Photoshop.
La información más importante es el número total de píxeles que tiene una imagen. Por ejemplo si tenemos una cámara que captura imágenes a 5184 x 3456 (eso son aproximadamente 18 megapíxeles) significa que tenemos 5184 puntos de información en el plano horizontal y 3456 en el vertical. Si imprimimos a 300 ppp para una calidad óptima, vemos a necesitar 300 puntos para cada pulgada de impresión. En otras palabras, el tamaño máximo de impresión es de 17, 28 pulgadas (aproximadamente 44 cm). Si nuestra impresión no requiere la máxima calidad, podemos disminuir la resolución a 240 ppp, por ejemplo, con el consecuente aumento de tamaño.
- Remuestrear
La casilla “remuestrear” sirve para desvincular el tamaño de la resolución. Marcaremos esta casilla sólo cuando queremos pedirle al programa que cambie el tamaño a la medida que le pedimos sin modificar el número de puntos por pulgada. Esto supone eliminar píxels (cuando hacemos la imagen más pequeña) o añadirlos (cuando la hacemos más grande) y, aunque los programas de edición realizan un trabajo bastante decente, no conviene abusar de esta operación. Como podemos imaginar esa información adicional que no se encuentra en el archivo de origen debe ser “deducida” por el programa y para grandes ampliaciones se apreciarán errores al observar de cerca.
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