Dice el dicho que una imagen vale más que mil palabras, aunque más bien debería decir que “puede valer” más que mil palabras. Y es que hay imágenes que nos lo cuentan todo, pero otras pasan por delante de nuestros ojos sin despertar ideas ni emociones. Una imagen que no contiene alguna historia, idea o emoción pierde identidad y queda relegada a la categoría de lo ordinario. Hoy tocamos ese tema y tratamos de teorizar sobre algo muy subjetivo, el difícil arte de contar historias con una imagen.
La composición
Igual que un texto necesita una buena estructura para guiar la narración, una imagen necesita de las normas de composición para dirigir el ojo hacia la historia correctamente y, más tarde, dejarle pasear por su narrativa visual.
Si hay una directriz fundamental en este aspecto es la simplicidad. Cuando realizamos una composición, debemos preguntarnos qué queremos contar y, si algunos de los elementos en la fotografía no está participando de esa historia, probablemente esté estorbando y deberemos buscar la forma de deshacernos de él. Sobre esto, es importante tener en cuenta que nuestro cerebro es capaz de eliminar automáticamente aquellos elementos que no nos interesan, pero la cámara seguirá mostrando ese coche que circula detrás del sujeto y esa señal de tráfico que posa al lado de una escena costumbrista. Por lo tanto debemos hacer el esfuerzo de ver las cosas como las ve la cámara: en su totalidad.
Debemos también tener en cuenta cómo estamos usando el resto de elementos visuales: líneas, formas, texturas, color… Todos estos elementos son a la fotografía lo que la gramática es al texto y cuando están bien estructurados, el mensaje cobra fuerza.
Expresar emoción
Las historias se enriquecen siempre con un componente emocional. Por supuesto elementos como las expresiones faciales, la relación de miradas entre sujetos, la tensión visual o algunos elementos de composición pueden añadir mucho contenido a la foto. Pero también las decisiones sobre exposición, color predominante o textura así como otros aspectos ópticos que deberemos tener en cuenta.
El lenguaje de la cámara y la planificación
Elementos como la distancia focal, la profundidad de campo, la velocidad, el formato, el encuadre etc. son las herramientas que la cámara nos ofrece para transmitir nuestra historia. Contamos además con la temperatura de color, la sobre o sub exposición, el enfoque, el bokeh o, incluso, los «accidentales» reflejos producidos en la lente o los efectos de contraluz. Es necesario conocer nuestro equipo y la forma en la que reacciona a las distintas situaciones para poder adelantarnos al resultado y así usar estos factores a nuestro favor. En este punto el mejor consejo que se puede dar a un fotógrafo es que pase horas con su cámara… y que luego revise en casa con qué ajustes podría haber logrado mejor expresividad. Este ejercicio nos da gran velocidad a la hora de tomar decisiones creativas.
Ver más allá de lo obvio
Entender la naturaleza de una escena es una de las partes fundamentales para contar una historia. Debemos saber lo que queremos expresar y luego usar todos los recursos que hemos mencionado para hacer llegar al espectador aquellos sentimientos e ideas que nos transmite una imagen. Sabemos que hemos creado una imagen con fuerza cuando el espectador puede recibir nuestro mensaje simplemente con ver la fotografía. Eso es imposible sin la primera y más importante de las fases: la observación.
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